Gracias “Los Angelitos” por sus enseñanzas

Recuerdos de los primeros años del Nivel Inicial del P. Juan Wilman svd

Hace mucho tiempo, 25 años atrás, con mis 33 años de vida, 6 años de sacerdocio y 3 años en Argentina, llegué el 20 de febrero del 1995 al Colegio Roque González. En la puerta de la casa me recibió el Padre Romano, con una sonrisa y brazos abiertos me dijo: “bienvenido Juancito, aquí hay mucho trabajo”. Con gusto y dedicación asumí la tarea de asesor espiritual y pastoral de esta Comunidad educativa donde compartí con ustedes mis hermosos 7 años de vida sacerdotal y misionera.

Yo me iniciaba en el colegio con mi tarea pastoral y al mismo tiempo, en marzo de este año, se inició el Nivel Inicial con la salita de 5. Aquí conocí las creativas maestras jardineras: Pepi, Amparín, Viviana y la señora Hilda, que con todo su amor preparaba ricos refrigerios y meriendas, donde me enganchaba con frecuencia. Y cuando hay un nacimiento, se piensa en un nombre. Había varias propuestas, pero finalmente a todos nos gustó “LOS ANGELITOS”. Esos rostros, con miradas transparentes, inocentes, llenas de alegría y de confianza, nos abrían el corazón y nos transportaban al cielo.

En este tiempo me dediqué a las tareas pastorales con mucho entusiasmo. Celebraba las misas semanales, guiaba las convivencias, los retiros espirituales y campamentos en la quinta de Fátima. También, en la semana coordinaba con los animadores los grupos misioneros: Infancia, Amanecer, Pre juvenil y Juvenil.

Y cuando me levantaba chinchudo o tenía alguna tristeza, iba a compartir un ratito con “Los Angelitos”. Me enganchaba con el trencito que hacían saliendo al patio, o compartía una taza con un pancito, o rezaba junto, o les contaba algo de mi patria Polonia y enseñaba un cantito sencillo en polaco. Me acuerdo de un cantito que decía sólo unas pocas palabras: “Digo sí sí sí Señor”, que en polaco suena como “Mowie tak tak tak Panie”. Cuando lo cantaban nos divertimos juntos, porque sonaba como un montón de patitos con su tak tak tak. Estos momentos compartidos me renovaban las fuerzas, me llenaban de alegría y nuevas ganas de seguir.

Guardo y atesoro en mi corazón hasta hoy estos momentos y busco con frecuencia en mi trabajo pastoral estos pedacitos de cielo donde hay Angelitos, porque me devuelven la sencillez y me enseñan tanto. Siempre cuando me encuentro con los niños resuenan en mi corazón las palabras de Jesús y con tan sólo observarlos un ratito me dejan lecciones para la vida: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mt19,14). «Yo les aseguro, que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos” (Mt 18,3).

A un niño todo le queda grande, todo le sobrepasa, tiene manos pequeñas, en todas las sillas sus pies quedan colgando. Pero es feliz. El niño vive para recibir, para descubrir, para sorprenderse. La grandeza de un niño no está en su poder sobre cosas y personas, más bien él es libre de este deseo de gobernar su mundo. Y así como él encuentra su seguridad en papá y mamá, cada uno de nosotros cuenta con un Padre maravilloso, quien de verdad lo gobierna todo para nuestro bien. Cuando sentimos que nuestras manos son pequeñas, que no podemos agarrarlo todo y dirigir las circunstancias, ésa es la oportunidad para ser niños de nuevo, poniendo nuestra confianza en Dios.

En estos 7 años vi crecer “mis Angelitos”, pasar de grado, participar en el grupo de Infancia Misionera. Cuánta alegría me daba bendecir sus útiles escolares, bendecirlos a ellos imponiendo mis manos sobre sus cabecitas y de paso con humor despeinarlos un poco, como signo de que aquí paso El Espíritu Santo con su gracia santificadora. Me llenaban de alegría cuando en los recreos se acercaban, saludaban, convidaban con un caramelo o galletita y compartían sus primeros logros en el estudio.

Hoy no tan jovencito como en 1995, ya con 58 años de vida, 31 de sacerdocio y 28 en Argentina, sigo aprendiendo de “Los Angelitos” y atesorando en mi corazón sus enseñanzas.

Desde la Fundación Padre José Marx SVD, me toca acompañar pastoralmente en la provincia de Misiones las 23 EFA (Escuelas de la Familia Agrícola), y las 12 EIB (Escuelas Interculturales Bilingües) de los Mbya Guaraní. Y es aquí donde experimento estos pedacitos del cielo con los Angelitos que viven otra cultura, hablan otra lengua, pero con su sonrisa, su sencillez, su transparencia, su inocencia y su confianza, transforman mi corazón cada día que va repitiendo: «Si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos”.

P. Juan Wilman svd (Padre «Juancito»)


Esta foto la llevé para mi caminar misionero y me siento seguro, guiado y protegido por los Santos Ángeles, por el Ángel de la guarda y los Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Hasta hoy día resuena en mi memoria y corazón el entusiasmo de celebrar las Santas Misas agregando unos pequeños detalles entendidos por el corazón de los niños.
El P. Juancito con “los Angelitos” Mbya Guaraní

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