Palabras de despedida para las maestras Ana Rosa Quinteros y Lourdes Elizabeth Beitia, que después de años de dedicación, entrega y esfuerzo, recibieron el beneficio de la jubilación. Dios las bendiga y acompañe en este nuevo caminar.
Queridas Colegas, Ana y Lourdes:
Con gran emoción y alegría acepté este desafío de poner en mis palabras, lo que cada una de nosotras quiere hacerles llegar en este acto tan emotivo para todos.
Es un inmenso compromiso para mí poder transmitirles los sentimientos que se agolpan en nuestros corazones, porque es difícil explicar qué se siente, qué nos pasa y con qué intensidad. Hasta se nos nubla la mirada de la emoción, sobre todo porque cada una de nosotras supo y «sabe» lo que significa y es, «ser maestro de alma», llevar a fuego esta vocación para toda la vida y no sólo por un instante; sabe de luchas, de sacrificios, de esfuerzos, aprendizajes, caer y un volver a levantarse cada día con una nueva ilusión.
Y básicamente es eso lo que se siente, mucha emoción al saber que dos personas tan queridas, sobre todo para mí, en particular, comienzan una nueva etapa. Etapa en la que seguro se presentarán nuevos desafíos, nuevas ideas, nuevas formas y nuevos tiempos, dejando atrás tantas vivencias, confidencias, risas, bromas, salidas, viajes, desayunos, la playa, el sol, y por qué no también, los sinsabores, las pérdidas y el dolor.
Sólo que ahora, vamos a compartir con ustedes y sus familias este presente, el hoy, en el que con palabras queremos abrazarlas y hacerlas sentir la profunda gratitud que nos surge del corazón por este camino compartido. Porque la vida es eso, una paleta llena de colores, que se estampan en un lienzo único y particular.
Queremos hacerles saber que no son sólo palabras, que son personas muy especiales, que el aprendizaje compartido llenará de luz nuestros recuerdos y que sentimos mucha alegría porque el júbilo golpea sus puertas, el júbilo de atesorar en la memoria la satisfacción del deber cumplido, generosamente y con mucha entrega, responsabilidad y dedicación.
Sus alumnos, con el testimonio del amor que depositaron en cada pequeño gesto, en cada recomendación, en cada tarea, incluso en cada llamada de atención, porque siempre velaron por ellos, buscaron la forma de llegarles el corazón y despertar en ellos el deseo de aprender, y así lo hicieron, sin descanso, con tenacidad y esmero, aunque en lo personal las cosas no anduvieron del todo bien, el aula fue tu altar, ese lugar donde todo se olvida, y la sonrisa de un niño consuela cualquier dolor. Vuestro recuerdo quedará siempre en sus aulas, sus palabras de aliento, de esperanzas, sus sonrisas, juegos y consejos.
Aunque no podemos negar un poquito de mezquindad, porque sabemos que las vamos a extrañar, ¡que ya las extrañamos! Pero sabemos que esta Institución es para todos nuestra segunda casa, aquí reímos, crecimos, nos formamos, aprendimos, enseñamos, soñamos, pero por sobre todo aprendimos a ser familia. Por eso siempre las estará esperando, siempre habrá un lugar para el mate, la charla placentera, la eucaristía, la misión.
Por todo esto, por todo lo que vivimos, agradezco a Dios haberlas cruzado en mi camino, haber sido un poquito y por un instante siquiera, un oído, un hombro, una mano tendida. Porque las queremos, porque no las olvidamos, va este abrazo bien fuerte, cargado de emoción, de alegría y un poquito de nostalgia.
En nombre de todas mis compañeras, les regalamos una sonrisa, una lágrima, la sinceridad de un beso y un hasta siempre, queridas amigas.
María Elena Vallejos
Docente de 1° B – Turno tarde
+ Fotos de la despedida a Lourdes y Ana (álbum de Facebook)