Cada año, chicos y chicas de los diferentes colegios Posadeños, reviven con emoción y entrega la Estudiantina, la fiesta que desde 1950 derrocha brillo, ritmo y colorido por las calles de Posadas. Los que vivieron la experiencia coinciden en que, pese al transcurrir del tiempo y los inevitables cambios, la magia sigue intacta en la memoria.
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1. Un poco de historia
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La estudiantina no es una fiesta nueva, por el contrario, es una fiesta tradicional de los estudiantes misioneros. Pero no siempre fue como hoy la conocemos. María Inés Sagües de Dei Castelli estudió en el colegio Santa María entre el 64 y el 68, y fue en su último año de secundaria cuando surgió una idea: implementar un cuerpo de baile que acompañara las carrozas, que hasta entonces eran las únicas protagonistas de los festejos estudiantiles.
El proyecto fue propuesto a la asociación que nucleaba a los estudiantes secundarios y así se empieza a invitar a los alumnos de la Escuela de Comercio Nº 1, el Nacional, la Normal , la Industrial y el Roque, que eran los únicos por ese entonces en la ciudad. El desafío fue aceptado.
Ella y un grupo de compañeras fueron curso por curso a explicar la propuesta. Pero «era un quemo, ya que nadie estaba acostumbrado al ser la primera vez que iba a realizarse. Todas salían con excusas del tipo ‘Mi novio, mi mamá o mi papá no me deja'», recordó María Inés.
No obstante juntaron un grupo de 20 chicas que eran las bastoneras de la carroza y salieron a la calle a bailar y a divertirse.
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Recorrido céntrico y vestuario recatado
El recorrido comenzaba en la esquina de las calles Félix de Azara y Santa Fe. De allí seguían hasta Bolívar, pasando por la Casa de Gobierno, y de ahí derechito hasta Junín.
«Todo el tiempo hacíamos las figuras, no parábamos en ningún lado. Nosotras creábamos nuestras propias coreografías», aseguró.
Los primeros trajes de los cuerpos de baile fueron sencillos, confeccionados con lamé, desde el forro de las alpargatas hasta el del sombrero. «No había fastuosidad alguna», comentó.
«Las profesoras del colegio controlaban que los vestidos sean cuatro dedos arriba de las rodillas, no más cortos». Como María Inés era la directora del grupo iba adelante, y le exigieron que su vestido sea más ancho.
Tres chicos del colegio Roque González eran los encargados de acompañar a esas «atrevidas» señoritas, ejecutando algunos instrumentos para poner ritmo al baile. «Ellos eran toda nuestra música».
Previamente ensayaban en el colegio. «Las monjas nos acompañaron en todo, e inclusive nuestras compañeras eran más prejuiciosas que ellas», dijo.
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De dónde surgió la idea
En las vacaciones de verano del 67-68 María Inés fue a Corrientes y vivió el carnaval muy de cerca. Como tenía conocidos en la comparsa Copacabana y se enamoró de esa fiesta alegre y colorida, organizó en Posadas un desfile con los trajes de la comparsa correntina, y ella lució algunos.
Fue entonces cuando pensó «qué hermoso sería poder darle un poco de alegría a las carrozas. Pero nunca se me ocurrió que íbamos a llegar a la fastuosidad actual», aseveró.
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Buena respuesta
«A la gente le encantó la propuesta. Se divertía, ya que bailábamos con mucha alegría», rememoró la por entonces transgresora jovencita. Y sentenció que «antes la gente del público era muy respetuosa y no había manoseos».
Como no había contención para el público, su papá le fabricó un bastón para que baile y de paso lo utilice para alejar a la gente «si no quería recibir un bastonazo». La fiesta se realizaba el viernes, sábado y domingo de un mismo fin de semana. Las reinas llevaban el mismo vestido para todas las noches de desfile, y la elección se hacía en la Casa de Gobierno.
Además estaban los Juegos florales, que consistían en concursos de poesía, pintura, y cuando empezaron las comparsas, se incorporaron las figuras en el baile.
«Los organizadores de la Estudiantina querían una fiesta linda, donde no se comercializara nada. Incluso yo no busqué rédito alguno, simplemente participé para divertirme», finalizó la mujer que fue protagonista y creadora de uno de los matices más importantes de la Estudiantina actual: el baile.
Fue en la época de transición del gobierno militar al democrático. «En 1983 se separan los ritmos brasileños y los de batería», recuerda Aníbal Barrios (31), que dirigió y consiguió el primer puesto para la por entonces Comercio N° 1 Libertador General San Martín desde 1981 hasta 1984.
El ’81 fue el año en el que se inició el gran cambio. «Nosotros estábamos indecisos acerca de participar o no en la Estudiantina. En ese entonces había pocas bandas de música: la del Nacional, la de la Normal y la nuestra. Nos animamos y decidimos armar un repertorio de ritmos brasileños para tratar de ganar, porque la potencia en banda de música era la Normal , que venía ganando por nueve años consecutivos. Ellos siempre metían una novedad, una trompeta, una flauta», asegura.
Entonces los chicos de la Comercio decidieron incorporar un organito y tocar temas brasileños y populares. Ese año ganaron y fueron «bien vistos por la sociedad».
Al año siguiente apareció la Industrial con novedades en batería, y los de la Comercio siguieron con la onda brasileña porque les había dado buen resultado. Y volvieron a ganar. Ahí se armó un gran problema con los chicos de la Industrial porque quedaron en segundo lugar. «Al año siguiente le ganamos por un punto. Entonces dijeron que los ritmos brasileños y pachangueros siempre iban a ganar contra los ritmos de batería».
Fue cuando CODEFE ( la Comisión Organizadora de Festejos Estudiantiles) decidió dividir en rubros bandas de música y «scolas do samba».
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Un recorrido céntrico
Hace quince años la concentración de los colegios se hacía en la esquina de Colón y Santa Fe. El recorrido comenzaba en Félix de Azara y Santa Fe. La primera parada era frente a la casa de Gobierno donde se encontraba el palco principal. Enfrente estaban las hinchadas «en su respectivo lugar».
Después se doblaba por Bolívar, y la desconcentración se producía al llegar a la calle San Luis.
El segundo palco «no oficial», era Fechorías, el boliche de moda -que estaba donde ahora se erige Posadas Video Club. Allí se ubicaba toda la juventud.
Aníbal asegura que fueron los chicos de » la N° 1″ quienes le pidieron a la hinchada que los siga durante todo el recorrido. «Desde entonces se mantiene la tradición de que la hinchada siga a la scola», dice orgulloso.
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El antes y el después
«Antes la gente era un poco más pasiva, ahora está más alborotada», opina. Aunque cree que ahora hay más profesionalismo en el armado de la Estudiantina. «Me maravilla la fiesta, son impresionantes las cosas que hacen los chicos siendo tantos. Antes era más fácil porque éramos 40 tocando y 60 bailando; ahora son 400 en cada rubro y sin embargo lo hacen bien».
«Nosotros con un mes y medio de ensayo ya estábamos listos», expresa apelando a la memoria. Comenta que antes había espaldares, con muchas plumas y color. «La tradición era ver quién tenía el espaldar más alto, con mayor cantidad de plumas».
«Antes había un paso para la calle, y frente al palco una coreografía distinta. Pero todo el camino se bailaba y se tocaba, no como ahora que se hace solamente frente a los palcos».
Además «era una proeza practicar en los ensayos cómo doblar de la Félix de Azara a la Bolívar , para no quedar fuera de fila, porque eso lo calificaban».
Su época no fue fácil. Era la transición del gobierno militar al democrático. «No nos permitían ensayar después de las 21, y en la desconcentración no podíamos seguir la pachanga. La gente tenía un poco de miedo», concluye uno de los responsables de la algarabía juvenil que se mantiene hasta la actualidad.
2. El festejo
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El mes de septiembre pone en boca de todos a la Estudiantina. Ya sea para bendecirla o maldecirla, la fiesta de los estudiantes es por estos días tema de sobremesa y mesas de café.
Desde el año 1950, y con cada edición regresan los tambores y las calles cortadas por ensayos que dividen a la sociedad entre los que están a favor y en contra. No siempre fue así. Pero en los últimos años, a medida que los preparativos avanzan, vuelven a levantarse las voces que lamentan que la avenida Corrientes perderá sus flores y su verdor, herida por los restos de una noche pródiga en comidas al paso y abundante bebida.
Una vez más, los pesimistas de siempre recordarán las horas de clase perdidas en los ensayos y la plata tirada en lentejuelas y plumas. Y la discusión se mantendrá allí, sólo hasta que alguien recuerde » al chico que mataron en los desfiles». Entonces, el tema se centrará en la violencia, el alcohol y » a dónde irá a parar la juventud actual». Y se hablará del dinero de Apes que nunca aparece y de los comerciantes que se aprovechan de los chicos. Y después está la lluvia, porque no hay Estudiantina sin lluvia -las que hace décadas anuncia el sabio Bertoni para estos meses en Misiones.
Entre detractores y cuestionamientos, cada Estudiantina parece la última, pero la fiesta sigue.
Y muchos de los que señalan estas cosas, no se equivocan y están en su derecho al señalarlas. Con tantos goles en contra y todos los problemas que giran en torno a ella, cada Estudiantina pareciera ser la última. Sin embargo, no es así.
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Fidelidad de hincha
Contrariando los peores pronósticos, cuando todavía no se revelaron las fotografías del último desfile, y la fiesta permanece patente en los callos de las manos y los pies de los participantes, algunos ya están pensando en los herederos del silbato, es decir los directores de rubro del año siguiente, o en el tema o la fusión, la escuela que les hará de partenaire, para el año siguiente.
Para explicar esta adhesión sufrida y fiel, casi tanto como la de un hincha futbolero, basta con aparecer por algún ensayo, sobre todo por uno de los últimos, para descubrir que a los chicos se les va la vida en eso. Bailan y hacen vibrar sus instrumentos, poseídos por una pasión por el colegio a prueba de amonestaciones o cualquier otra experiencia negativa previa con la institución. Esta pasión va ligada a la competencia y al deseo de ganar al eterno rival, pero no debe confundirse con ellos. Sería una injusta mutilación a un sentimiento de adhesión que renace año a año, aún cuando la edición anterior haya finalizado con un rotundo fracaso para la escuela o envuelta en las más escandalosas y desesperadas denuncias de fraude. Y a pesar de todo, la ilusión se renueva, y cada noche se vive como si fuera la última.
Y la fiesta sigue, porque los estudiantes no la dejan caer. No ahorran esfuerzos ni energías en llegar a la calle para cumplir la tradición. Lo hacen, aunque esto implique seguir bailando bajo la lluvia, cuando tanto el público como jurado ya se han dado por vencidos. Y siguen, aunque signifique perder algunas horas de sueño para no abandonar los estudios -aunque algunos los abandonan- y perseveran a pesar de que signifique montar Pymes rudimentarias -venta de pastelitos, pollos, paellas- o «desviar fondos» recortando otros presupuestos para engrosar los ahorros y no pedirle un peso a mamá o a papá, aunque algunos lo hagan.
La recompensa es recoger en esos días de desfiles y trasnochadas, o quizás en los 60 ó 90 días de ensayos y preparativos, algunos de los que serán los mejores recuerdos del paso por la secundaria.
Esta es la presión que hace nacer la fiesta. Mucho más fuerte que el interés de los comerciantes que lucran con el acontecimiento -entendiendo que lucrar no es ningún pecado-, ya sea mediante la venta de los elementos utilizados en la confección de trajes y carrozas, o de quienes explotan la veta gastronómica en sus más variados rubros, desde la venta de panchos en el garage de la casa, hasta el alquiler de mesas y sillas de bares y hamburgueserías.
Pero si de esa pasión nacen las fortalezas de la fiesta, del mismo punto vienen algunas de sus debilidades.
La fiesta es de los chicos. La organizan ellos, con reglas propias, asegurando su autenticidad, pero también la cuota de improvisación que caracteriza a estos desfiles.
La fiesta es de los chicos y para ellos, y a veces el público sufre las consecuencias. Todos quieren participar y los desfiles se vuelven interminables. Y todos quieren lucirse frente a los palcos y entonces los baches entre comparsa y comparsa son interminables.
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Evolución
Nada sobrevive si no tiene la capacidad de ir adaptándose a los cambios de los tiempos. Y la Estudiantina la tuvo, sumando elementos, cambiando de lugar y de tradiciones, para sobrevivir hasta el día de hoy.
Nada sobrevive si no evoluciona y se adapta. Y la Estudiantina lo ha hecho.
Hoy sigue en evolución, el tema es hacia dónde. La fiesta que comenzó con una noche de carrozas en torno a la plaza 9 de julio y la coronación de la reina y el príncipe consorte, hoy coloca a casi 4 mil estudiantes secundarios a bailar y tocar durante más de ocho horas de desfile a lo largo de siete cuadras por cinco noches. Las carrozas han pasado a segundo plano. Las murgas, agrupaciones humorísticas en las que no faltaban imitaciones a profesores y varones vestidos de mujeres, han desaparecido.
Partiendo de lo que la Estudiantina fue, y de lo que es, bien vale soñar con lo que podría ser.
Sus características la colocan como única en el país, mezcla de frescura estudiantil con desenfreno de carnaval. Es una experiencia que retiene a los adolescentes en ensayos diarios, aferrándolos a una disciplina que nace del interés genuino por lograr un objetivo que se impusieron a sí mismos y que la escuela muchas veces no logra. Escuela de uno de los liderazgos más difíciles y auténticos, el de dirigir a los pares. Situación altamente motivadora que los docentes tienen al alcance de la mano para aprovechar como plataforma de lanzamiento a una experiencia de aprendizaje.
Por último, una opción turística potencial para la ciudad y la provincia, que puede convertirse en una realidad si se le pone límites a su movilidad en el almanaque y se mejora la infraestructura.
La fiesta goza de buena de salud, pero ha crecido tanto, que exige revisiones de sus desbordes y excesos para mantenerla. Y si la fiesta es de los chicos, la responsabilidad es de la sociedad, que a través de las instituciones públicas y privadas debe hacer propuesta y buscar soluciones.
3. El espíritu solidario
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La solidaridad es sin lugar a dudas cultivada especialmente por los jóvenes, y así pueden dar fe quienes fueron protagonistas en 1998 de una situación donde se puso de manifiesto ese espíritu.
Los alumnos de la Escuela Normal Superior «Estados Unidos del Brasil» demostraron con un ejemplo que vale la pena rescatar que la Estudiantina sirve -además de lucirse y divertirse- para ser solidarios.
El tema empezó un mediodía, cuando María Elena Ruiz, de 5° año «E» ensayaba con el resto de los integrantes de su escuela, detalles de la entrada al palco esa noche.
La joven, concentrada en la rutina del baile, dejó su mochila en la esquina del establecimiento para dedicarse a pleno a aprender la coreografía.
Fue entonces cuando, manos anónimas, tomaron la bolsa de María Elena y se la llevaron… ¡con el traje que ella iba a usar para los desfiles en la avenida Corrientes!
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Tristeza y desesperación
Cuando todos volvieron al lugar de origen del desplazamiento, la perjudicada descubrió que sus pertenencias de las había dejado.
Buscó, preguntó si alguien las había escondido a modo de broma, y después, con «una angustia increíble y una desesperación agobiante me dí cuenta de que me la habían robado», comentó la damnificada-.
Una mamá regaló la tela; otra cosió el traje y los alumnos juntaron lentejuelas y plata para los accesorios de una compañera a quien el robaron el traje Estudiantina.
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Esfuerzo
Hacer el traje le había costado mucho esfuerzo a la estudiante. Porque ella, al igual que otros tantos chicos, trabajaron arduamente para poder participar de la fiesta mayor de los adolescentes.
Para juntar plata, María Elena vendió pastelitos, empanadas y por eso no podía creer lo que le estaba pasando.
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Colaboración y compañerismo
Ante la situación que le tocó vivir a una compañera del colegio, los normaleros se solidarizaron con ella y decidieron recaudar fondos para que se vuelva a hacer el traje. «Por lo menos este fin de semana puede participar», relató Luisa Cáneva, una de las directoras del cuerpo de baile de ese establecimiento. «Incluso, dentro de la mochila tenía la plata para retirar las botas y el tocado», expresó con un dejo de bronca en su voz.
Con mucho de sentimiento de ayuda, una mamá le regaló la tela; otra, que es modista, confeccionó el traje; mientras los chicos en la escuela juntaron lentejuelas para bordar el atuendo, y dinero para que pueda retirar el tocado y las botas. Una anécdota más entre tantas -de esta Estudiantina-, que deja en claro que la solidaridad también baila y toca fuerte.
4. Conversaciones con los protagonistas
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Para comprender acerca de la organización, funciones y modos de funcionamiento de un conjunto de dispositivos artísticos y tecnológicos comentados por quienes están enteramente comprometidos con un proyecto, su diseño y puesta en marcha nada mejor que un diáalogo.
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¿Qué se hace?
Estudiantes: La escuela elige el tema y los trajes; luego se hace la selección y adecuación; esta depende del presupuesto y de la cantidad de participantes. La preparación previa, el trasfondo del espectáculo es intenso.
El espectáculo está conformado por tres cuerpos: scola, cuerpo de baile y carroza alegórica.
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¿Con quiénes?
Estudiantes: Hay dos grandes grupos de participantes: los que salen a escena, que son los alumnos, y el equipo de apoyo: previo (formado por los familiares, vecinas, modistas, electricistas, docentes asesores y todo tipo de colaboradores técnicos y auspiciantes) y uno durante el desarrollo del espectáculo ( formado por los aguateros, los que llevan repuestos y accesorios que podrían socorrer en caso de emergencias, los que hacen los movimientos de las figuras alegóricas, la hinchada del colegio, etcétera).
En cuanto a los alumnos, existen categorías en la participación. No es la misma la del alumno de los primeros o los últimos años, de los más aptos o los menos para la interpretación tanto instrumental como de baile.
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¿Cuándo se hace?
Estudiantes: Generalmente durante dos fines de semana en setiembre, pero a veces lo hacemos en octubre; los cambios de fechas se deben a: las lluvias, los tiempos necesarios para los ensayos, confección de los trajes y de las carrozas. En realidad, comienza después de las vacaciones de julio, cuando se inician los ensayos en lugares establecidos y se conforman los grupos.
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¿Cómo se organizan?
Estudiantes: La coordinación general está a cargo de A.P.E.S.(Asociación Posadeña de Estudiantes Secundarios) que tiene un reglamento muy estricto; cada escuela tiene un centro de estudiantes y sus delegados son miembros de A.P.E.S.
Respecto a la organización de los diferentes componentes de la alegoría, es la siguiente:
La scola tiene un director general y un subdirector general; cada escuadra tiene un director y un subdirector; la cantidad de escuadras y participantes dependen de la cantidad de alumnos, los recursos económicos, el tema, etcétera.
El cuerpo de baile a su vez está compuesto por una directora general, una subdirectora general, una directora de cada escuadra, las postaestandartes y pasistas, la reina, que realiza parte de la coreografía recorriendo las filas entre sus compañeros, excepto durante el pasaje frente al palco, que es cuando asciende a la carroza alegórica junto al rey y/o princesas que la acompañan; el cuerpo de baile tiene una o varias escuadras.
Finalmente, está la carroza , en la que participan un grupo reducido de compañeros, antes y durante el desfile; acá hay un profesor asesor y un alumno responsable de carroza; se distribuyen las tareas por funciones y horarios; la escuela cubre el 80 por ciento de los gastos, y los auspiciantes el resto.
Acompaña un grupo de apoyoe es también importante. Durante los ensayos, las decisiones tomadas por el director o directora son indiscutibles. Los términos empleados son a veces bastante «fuertes», pero todos obedecen. Acá no hacen falta las amonestaciones ni llamar a los padres: todos entienden lo que deben y pueden hacer; el que no acuerda, es expulsado.
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¿Dónde se hace?
Estudiantes: La decisión del lugar depende de los acuerdos a que lleguen A.P.E.S. y la Municipalidad.
Se busca siempre un lugar espaciado, que permita el desplazamiento de los diferentes cuerpos de baile y carrozas, a la vez que con comodidad para el público.
Si se refiere a los ensayos, sí es diferente porque tenemos algunas dificultades: a los vecinos les molesta el ruido de los ensayos, pero menos mal que les gusta después el espectáculo. Esperamos encontrar una solución.
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¿Para qué se hace?
Estudiantes: Por un lado es la oportunidad de juntarnos sin que nos den órdenes los profesores; nos hace sentir muy bien demostrarles a todos lo que somos capaces de hacer: que tengan confianza en nosotros; pero lo más importante es que festejamos el comienzo de la primavera y que somos parte de ella.
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DESPIECE
A pesar del cansancio por los ensayos y preparativos, está latente la alegría de poder manifestar a través de todo el cuerpo lo que se siente: los movimientos rítmicos, acompasados, a veces fervientes, la pasión puesta en cada golpe de la «chancha», el entusiasmo de los redoblantes, el sentimiento de pertenencia a un grupo, la solemnidad o delicadeza en algunos movimientos y también el respeto tanto entre sí como hacia el público.
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Fuente: Diario «El Territorio»