Los educadores deben formar la conciencia moral de los alumnos

Por Alberto A. Bustamante *

Hay un “humus social” en los argentinos que nos lleva a suponer que es posible el desarrollo del país sin ética y sin instituciones.

La aprobación al “roban pero hacen” y la utilización sistemática de la prepotencia callejera para dirimir los conflictos son solo un botón de muestra de nuestra endémica mentalidad anómica, una prueba de ello.

El desprecio ciudadano por las normas van desde el pasar el semáforo en rojo, no usar casco, girar donde no es debido, copiar en los exámenes, hasta la cultura estructural de la coima, los sobornos, los acomodos, etc. Todas estas “mentalidades-actitudes” forman un “deformado arco iris anómico” que erosionan las más mínimas posibilidades de ser nación, de vivir en la verdad, la justicia , la amistad social, la equitativa distribución del ingreso, el desarrollo integral de los más débiles superando la cultura del asistencialismo clientelar que destruye la dignidad de las personas.

Proféticamente los Obispos argentinos nos supieron decir que estábamos “ante la tarea de reconstruir la Nación a partir de sus bases morales y culturales más profundas” señalando que los problemas que presenta la situación argentina en sus diversos niveles, son reflejo de una profunda crisis moral.

Con estas palabras querían expresar que la renovación de la sociedad argentina no podía ser el fruto de un mero ordenamiento formal, mecánico y abstracto, sino que debía echar raíces en la vitalidad de actitudes morales, que dieran profundidad, aliento y permanencia a las instituciones ya que “la causa última y fundamental de todas las situaciones que afectan y corroen la vida de la Nación en sus diversos niveles públicos y privados es una funesta crisis moral de las conciencias. Como un cáncer maligno desde el interior mismo del hombre destruye su relación con Dios y con los demás y lo incapacita para la obra de verdad y de vida, viciando por el egoísmo todo esfuerzo e iniciativa que lleve a la auténtica reconstrucción de la comunidad argentina” y convocaban “a todos los hombres de la Patria a una conversión sincera, que no sea un simple barniz circunstancial, porque sólo por la vida moral se salva el hombre y la Nación. Los pueblos que no pongan estos fundamentos construyen sobre arena y se derrumbarán para su vergüenza y dolor.”

El Papa Francisco ha tenido reiteradas intervenciones advirtiendo sobre el mal endémico de la corrupción que corroe la vida de la sociedad. Nos ha dicho: “pecadores sí, corruptos no”… “la corrupción no es un acto, sino un estado personal y social en el que uno se acostumbra a vivir»… «El corrupto tiene cara de yo no fui”…»Ante cualquier crítica el corrupto descalifica a la persona»…»El corrupto se erige en juez de los demás»…»El corrupto se siente un ganador”…»El corrupto no conoce la fraternidad o la amistad, sino la complicidad»… «El corrupto no tiene esperanza. El pecador espera perdón»… «La corrupción lleva a perder el pudor que custodia la verdad». La corrupción derrumba.

Es claro que la realidad moral de una nación debe ser fruto de la calidad moral de sus ciudadanos, por tanto «los argentinos, cada uno en cuanto persona, y cada grupo en cuanto integrante del conjunto social, han de examinarse con humilde sinceridad sobre su comportamiento y han de tomar conciencia sobre la proyección comunitaria de sus actos” … “La detestación de los yerros cometidos y la voluntad firme de enmendarlos ha de acompañar este examen de conciencia. A ello estamos obligados todos, sabiendo que cuanto más fuerte y representativo es un sector social, tanto más es responsable de la presente situación y de su superación.”

Sin lugar a dudas, que los educadores somos un sector social más que responsable de la presente situación y de su superación. Ante esta realidad como educadores debemos examinarnos sobre nuestra tarea de ayudar a la formación de una recta conciencia moral en todos los órdenes, personal, familiar y social. Debemos poner todo nuestro empeño en formar la conciencia moral de los alumnos e irles transmitiendo y sembrando en sus mentes y corazones los valores evangélicos. Nuestras escuelas deben ser, en ese sentido auténticos laboratorios de humanidad para construir sobre roca y no desbarrancarnos.

* Editorial del Periódico del Consudec por el Pbro. Lic. Alberto A. Bustamante, presidente de CONSUDEC Consejo Superior de Educación Católica (Junio de 2013).