Los maestros pueden crear un ambiente de familia y caridad

A las Maestras y Maestros en su día

En nuestras comunidades educativas, es imprescindible contar con la dedicación de cada maestro y maestra; que viven con entrega su vocación, a tal punto que el mismo Jesús es para ellos el maestro y el modelo por excelencia. Asimismo, cada uno de ellos, al mismo tiempo que son educadores, experimentan seguramente que están llamados a continuar en los niños, la misión del papá y de la mamá, del hogar y de la familia durante las horas en la escuela; ya que junto a ellos, – a cada maestro y a cada maestra – el niño pasa una gran parte de su tiempo durante el día, buscando no sólo conocer más, sino también ser reconocidos y queridos.

El maestro y la maestra con sus cualidades personales y su propia fe pueden crear en la comunidad educativa, junto a todos los que la integran, un ambiente animado por el espíritu de familia, de verdad y de caridad, ayudando a los niños y jóvenes al crecimiento de la propia persona, y a colaborar a vivir una cultura más cristiana y humana; de tal manera que pueden ofrecer con su testimonio y enseñanza, una visión de la vida de cada día, de las personas y de la sociedad, iluminada por la fe en Jesús.

Para alcanzar este fin es necesario que cada maestro y maestra cuenten en la escuela con la ayuda de una catequesis profunda, nutrida por la Palabra de Dios, que presente a Jesucristo en el centro de nuestra existencia. Esta dimensión cristiana no implica alejarnos de la realidad, sino por el contrario a conocerla más en profundidad. Por ello no desconocemos las dificultades que se presentan a diario en la escuela, en la familia, y en la sociedad, frente a situaciones que contrastan con la enseñanza del Evangelio; al contrario las conocemos personalmente y a través de la JAEC; y como un verdadero desafío, debemos tratar de encontrar soluciones y una respuesta cristiana.

La escuela católica tiene una misión profundamente religiosa, formativa y social, como también la tienen adecuadamente nuestras capillas, iglesias y parroquias a través de una presencia cristiana y a la vez solidaria. Desconocer la incidencia de la fe en la vida social, como también del amor, que brota de ella, es no tener presente la acción extendida y perseverante, siempre necesaria, que llevan a cabo a lo largo del año y que experimentamos en las ciudades, en los pueblos y en los barrios (cfr. «Dios es caridad», n.28 y 29).

Ya sea que la escuela sea una institución de la parroquia, o de una congregación religiosa, cada comunidad educativa católica con sus propias características que se plasman en su proyecto educativo particular o en su pedagogía propia, tienen una misión imprescindible en la formación de los niños y de los jóvenes. En ellas, como muchos de ustedes lo hacen, los maestros y maestras buscan una adhesión de corazón a estas características y a sus convicciones, así como también se identifican con éstas para que los rasgos propios de la escuela puedan alcanzar su finalidad propia.

Les deseo que vivan este día bendecidos por Dios. Que puedan unise en esta acción de gracias en la Misa que se celebrará en cada escuela con ocasión del día del maestro; escuchando la Palabra de Dios y unidos en la Eucaristía. fuente y alimento de su vivencia cristiana y de la comunidad educativa escolar.

También hago extensivo este saludo en su día a todos los maestros y maestras que no pertenecen a nuestras escuelas o que no comparten nuestra misma fe. Les hago llegar a todos un saludo afectuoso y sincero.

Queridos maestros, reciban en su día mis felicitaciones y mi saludo cordial, la seguridad de mi oración a Nuestra Madre del Rosario por ustedes y sus familias.

Saludo que Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario, hizo llegar a los maestros en su día, por medio de la Junta Arquidiocesana de Educación Católica (11 de septiembre de 2011). Fuente: AICA