Saludo a todos los directivos, profesores, maestros y educadores en general, como así también a todos los que trabajan en nuestras Escuelas Católicas. Una mención especial para nuestros niños y jóvenes y a sus familias. Reconozco y doy gracias por la gran tarea que realizan los Colegios Católicos, tanto parroquiales como congregacionales en bien de los niños, de los jóvenes y de las familias. Nuestras Escuelas Católicas están diseminadas a lo largo y a lo ancho de nuestra Arquidiócesis, pero principalmente nuestras Escuelas atienden la educación de hijos de empleados, obreros y familias de los barrios pobres. Quiero expresarles mi agradecimiento y mi reconocimiento por la tarea ardua, difícil, pero a la vez hermosa, que realizan.
Sabemos que estamos viviendo un tiempo complicado. Son muchos los problemas que afectan a nuestra sociedad. Si de verdad queremos renovar nuestra Provincia, debemos ocuparnos de la educación. Todos los que de algún modo forman parte de la comunidad educativa, deben reflexionar sobre la importancia, belleza y trascendencia de la obra que realizan.
La escuela tiene que ser siempre esa fragua donde se colabore eficazmente con los padres en la tarea maravillosa de formar personas. Formación que siempre debe tomar en cuenta la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.
La educación es un servicio al hombre y, a través de éste, a la sociedad que el hombre construye con sus semejantes. La educación busca la formación del hombre y la construcción de la sociedad.
El objetivo de la educación es humanizar y personalizar al educando. Para eso no sólo es necesaria la preparación técnico-pedagógica, no basta sólo el entusiasmo por la tarea, sino que es indispensable tener ideas claras sobre lo que se quiere realizar. La escuela, el docente, debe tener en cuenta que está ayudando a formar buenas personas e hijos de Dios.
El estudio no es un camino fácil. Hay que desarrollar la constancia y el esfuerzo. Para superar las dificultades hace falta esfuerzo y dedicación. El facilismo en el estudio es un error. No ayuda al alumno, ni construye la sociedad. Con el facilismo no se prepara al niño ni al joven para enfrentar la vida.
El orden interior del hombre no es algo que se de espontáneamente. Los que se dedican a la tarea de la educación deben tener siempre presente la verdadera naturaleza del hombre y de la mujer y, por consiguiente, no ignorar que esa naturaleza humana está herida por el pecado original y que, por lo tanto, hay que procurar robustecer la voluntad en lo meramente natural, pero principalmente acompañar al niño y al joven en su relación con Dios, que es el que nos da la ayuda necesaria para alcanzar la perfección.
Hay que formar la voluntad. El que educa su voluntad es más libre, pues conduce su vida y no es llevado por la propaganda y la moda. Será libre en la medida que sea señor de sí mismo y en la medida que guíe, encauce y domine sus pasiones. La educación de la voluntad es un quehacer pedagógico. Hay que educar a los alumnos a poseer una voluntad formada. El que no tiene formada la voluntad es inconsistente y frágil.
Se debe formar no sólo en los conocimientos, sino también en las actitudes. Formar la voluntad es formar personas que se muevan por el bien, personas que amen. La voluntad debe esta polarizada por el bien y el amor.
La educación no se realiza al margen de la sociedad sino, al contrario, está profundamente influida por los valores que se transmiten a través de los medios de comunicación social y por los que vive la sociedad. El educador tiene que formar a los alumnos en los verdaderos valores y ayudar a rechazar los antivalores que se presentan, en ocasiones, en la sociedad. Esta tarea es indispensable para ayudar al alumno a distinguir entre el bien y el mal, lo estético y lo grosero, la verdad y el error.
Una educación sabia enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo.
La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.
A la Escuela le corresponde la tarea de ayudar a sus alumnos a discernir lo verdadero de lo falso, a valorar las verdades objetivas, a internalizar los verdaderos valores.
La Escuela debe ayudar a superar la fragmentación, la adquisición de significados particulares y dar una visión global, una visión de conjunto.
Queridos docentes: a ustedes les toca la maravillosa responsabilidad de formar las conciencias de los alumnos para que sirvan al bien y nunca al mal, para que cultiven la verdad y no la mentira, para que practiquen la generosidad y la solidaridad y no el egoísmo, para que edifiquen el amor y no el odio, para que trabajen por la paz y no para la guerra.
Que Nuestra Señora de la Merced acompañe y asista a todas las comunidades educativas a lo largo del año para poder cumplir eficazmente su tarea.
Mons. Luis H. Villalba
Arzobispo de Tucumán
Fuente: AICA (Extracto de la Homilía de Mons. Luis Villalba, en la misa de apertura del año lectivo, 29/03/2011)

