Homenaje al Profesor Eduardo Alegre

«La vida del hombre es un camino hacia la luz.
Cuando nacemos nos dan a luz;
mientras vivimos necesitamos luz para no desviarnos en el camino de la misión asignada;
cuando partimos, quienes nos aman piden que nos alumbre luz eterna».
La vida es un largo camino que se construye en etapas, cada una de ellas con sus características y realizaciones propias. Así se construye la historia de las personas y de los pueblos, con evolución, con crecimiento, con equivocaciones y aciertos, cumpliendo la misión para la que fuimos llamados a esta vida.
El profesor Eduardo Armando Alegre construyó su historia personal con un estilo de vida reservada, más bien solitario, de pocos amigos; amante de la buena lectura, el buen vestir, el mate, las plantas y objetos de arte. En lo profesional eligió el campo de las ciencias sociales, especializándose en Historia.
Como docente del Colegio Roque González recorrió todos los peldaños que un Establecimiento educativo puede ofrecer a su personal: ingresó como practicante de la carrera de Ciencias Sociales con orientación en Historia del entonces Instituto Superior del Profesorado Antonio Ruiz de Montoya de nuestra ciudad, bajo la responsabilidad pedagógica del profesor Guerra, docente del mencionado Instituto.
Más tarde se incorporó al plantel del nivel medio, ingresando como preceptor de los cursos superiores, cuando el Roque González era un colegio de varones y el nivel medio funcionaba sólo en el turno mañana con dos divisiones por curso. Desde ese lugar supo establecer vínculos de confianza y respeto con los jóvenes de los cursos superiores, quienes lo elegían como tutor escolar para los viajes de egresados a las ciudades de Bariloche o Mendoza.
Con el transcurrir de los años obtuvo su primer ascenso al integrar el cuerpo de profesores con la cátedra de Historia, demostrando una sólida formación profesional y un alto compromiso con la institución, expresado en la puntualidad, la preparación pedagógica y curricular y la impecable presentación personal diaria, rasgos que elevan la presencia y autoridad de un educador frente a los educandos. Estas actitudes fueron tomadas como crédito de confianza por el Representante Legal y el administrador del colegio, en las personas de P. Ricardo Kudlek y P. Romano Hentz, para ofrecerle posteriormente el cargo de Director de Estudios, cargo que desempeñó con eficiencia hasta ascender al cargo de Rector en el año 1995.
Durante su gestión se concretaron los cambios educativos consecuentes de leyes que tuvieron por objetivo generar un proceso innovador en la calidad educativa, de los cuales el Roque González se hizo eco apelando a todos los recursos con los que cuenta la institución.
El profesor Eduardo Alegre no sólo fue acreedor de profundos conocimientos de las ciencias sociales, sino también en gestión y conducción educativa, en contenidos de decretos, resoluciones y otras normativas vigentes en el ámbito educativo institucional.
En aspectos de su vida privada fue siempre muy reservado, parco en el lenguaje, rodeado de un reducido grupo de amigos.
En los últimos años, su salud sufrió un deterioro que le demandó un tratamiento prolongado bajo licencia médica. Recuperado y en condiciones de reanudar sus compromisos laborales, si bien pudo hacerlo en el colegio desde su cargo de Rector, por razones personales optó por concentrar su carga horaria laboral en otros establecimientos educativos del medio a los cuales pertenecía, motivo por el cual muchos docentes incorporados al colegio en los últimos años ya no lo conocieron.
Durante el invierno de este año su salud se quebró nuevamente, esta vez con complicaciones más severas que determinaron su internación en un conocido centro asistencial de la ciudad, donde fue sometido a una delicada intervención quirúrgica y, tras varias semanas de lucha y sufrimiento, su vida se apagó en la mañana del 12 de agosto, un día después de haber cumplido 63 años de edad y en llamativa coincidencia con la fecha en que su madre partió de este mundo.
Amigo, colega, con quien he compartido largas horas de mates y charlas sobre temas educativos, reseñas de encuentros en cursos, congresos y jornadas de perfeccionamiento docente, me resulta difícil dedicarte estas palabras porque te fuiste muy temprano, sin despedirte.
Amigo, colega, en aquel glorioso día de tu nacimiento tus seres queridos seguramente ansiosos esperaban tu llegada, felices por conocerte, se abrazaban y reían de alegría, mientras llorabas por tantos cambios que ya experimentabas a pocos minutos de haber nacido.
El día en que el Señor iluminó a tu alma con el haz de luz que no tiene fin, invitándola a romper las ataduras del dolor y del sufrimiento para emprender el ascenso al Reino Celestial, quienes te acompañábamos hasta tu morada final llorábamos tu sorpresiva partida, a pesar de que tu rostro, ya inerte, expresaba paz.
Amigo, colega, te estoy recordando con tristeza, te recordaré siempre con tus ocurrencias, tus bondades y limitaciones, como somos todos los seres humanos.
Amigo, colega, a tu alrededor hay silencio, porque duermes el sueño eterno.
Amigo, colega, descansa en paz, y que la luz que no tiene fin brille siempre para vos.
Prof. Elda Betty Solís López

