Lo bueno siempre es lo bueno

En memoria del profesor de Informática Alejandro Villalba, fallecido el 12 de marzo de 2016.

«Lo bueno cuando breve, dos veces bueno». No es una sentencia, si lo sabemos mirar, es una exclamación, un reconocimiento, un gesto de admiración.

Nos pasó con el amigo Alejandro, tan joven y tan bueno, y nos surge la pregunta de rigor: «Por qué tuvo que irse» Y la respuesta, que no es consuelo sino fuerza del corazón, «el tiempo que estuvo, nos marcó para siempre».

Obviamente que lo extrañamos, casi diría, lo necesitamos; su calma, sus pocas pero llamativas palabras, su entusiasmo en compartir lo que daría en clase, pero por sobre todo, siempre presente y con muy buena onda.

Dos momentos para recordar de Ale, cuando recién entró. Tan sencillamente raro, tan perfil bajo, perfil que lentamente y con constancia fue elevándose, en el trato con los alumnos, siempre respetuoso, dedicado, con sus colegas, considerado, amable; no lo conocí enojado jamás, sí muy serio y preocupado.

Recuerdo cuando se planteó terminar Ingeniería y estudiar profesorado de matemática, porque había descubierto su vocación de enseñar, «los chicos me entienden» decía, y esbozaba una sonrisa de autoaprobación a su tarea.

El otro momento que lo recuerdo es cuando leí su mensaje en el WhatsApp: «¿Alguien me puede cubrir? tengo clases y estoy en la guardia del sanatorio». Como diciendo, no importa lo que me pasa, lo que importa es que los chicos estén atendidos.

No más aclaraciones, ni imaginar cómo quedamos. Tuvimos que enviarle un montón de mensajes para saber que estaba en el Boratti, «parece que me dejan internado». Algunas palabras cruzamos más tarde por celular y cuando nos organizábamos para ir a visitarlo, el Señor lo llamó.

El Ale nos dejó la imagen de su rostro sonriente, y el placer de haberlo tenido como amigo y colega, como cómplice de proyectos.

Qué más decir de Alejandro, que lo extrañamos, que se ganó el corazón de todos, que sigue siendo parte de nuestro equipo. Que cuando nos reunimos a comer una pizza, llevamos una coca, como para él, porque sigue estando. Que sus alumnos le rinden tributo, con el cariño que se supo ganar. Que se nos adelantó en el regreso a la Casa de Dios, pero ya que se fue, que desde allá nos cuide.

No lo olvidaremos, es nuestro amigo y lo queremos mucho.

Prof. Eduardo Sisto